Para mi todo comenzó con los caballos
Por muchos años me pregunté cuál era el sentido de la vida, del mundo….. algo que rondaba mi cabeza desde pequeñita. Una primera respuesta la encontré en los caballos, por el amor y respeto que siempre he sentido hacia ellos. Desde los 7 años mi padre me despertaba todas las mañanas para ir a montar. Los caballos me enseñaron a gozar y amar el presente, a través de la práctica de este tipo de meditación en la acción.
Cuando se trató de escoger la carrera de profesión, lo mismo podría haber sido medico que ingeniero, pero finalmente las circunstancias de vida me llevaron a ser Ingeniera de Sistemas y Computación. A partir del momento en que me gradué mi vida paso a ser cada vez más ocupada y la competencia cada vez más importante. Aunque me encantaba mi trabajo, algo fundamental comenzó a faltar. Me fue bien y trabajé en diferentes tipos de proyectos, empresas y países. Crecí en grande y tuve muchas satisfacciones profesionales, pero también aprendí que vivir en una “carrera” no era lo que tenía sentido para mi.
La primera vez que todo se detuvo
Un bebé en camino, una pérdida, un divorcio…. todo al tiempo, era mucho para procesar. Caminaba de subida por la 94 en Bogotá cabizbaja y ensimismada en mis dolores de ego, cuando me encontré un viejo amigo.
“Vicky ¿En qué andas? ¿Cómo te ha ido?” Como anestesiada le conté mi muy reciente experiencia, al final preguntándome “¿Qué hago aquí?, ¿De qué se trata todo esto?” A lo que él muy amorosamente contestó: “Tu lo que necesitas es meditar”. Yo le dije: “Eso sería muy chévere, pero no tengo idea que es, ni quién me puede enseñar”. Y entonces sorpresa, me contestó, ” Ahí!” Señalando con el dedo una puerta que estaba exactamente al frente de nosotros…”Dina te puede enseñar. Ella da clases, pregunta y vas….”
Comencé a asistir y desde el primer día me enamoré del concepto. ¿Controlar los sentidos? ¿Controlar la mente?, ¿Poder tener paz interior? Sonaba como lo máximo y por primera vez posible algo que quería y necesitaba explorar.
Aprendiendo a meditar
A los pocos meses conocí a Sesha, maestro de Vedanta y comencé fascinada a avanzar en la práctica de la meditación. Mientras tanto continuaba trabajando en temas de tecnología, pero mi práctica meditativa ocupaba un lugar cada vez más central en mi visión.
En mis inicios, atendí cuanto taller se presentó, me leí todo lo que encontré y hacía juiciosamente la práctica de meditación 10 minutos todos los días. Al principio La Consciencia te consciente! Muy al comienzo me regalaron una experiencia exquisita de poder saborear durante un par de segundos, la absoluta quietud mental. Wow!!!! Si existe y es posible!! Qué deliciosa experiencia de paz, pensaba para mis adentros. Luego poco a poco fui incrementando los tiempos en la medida en que me enamoraba cada vez más del silencio mental. Entre más practicaba, más se aquietaban las fluctuaciones de la mente y por más segundos. Añoraba esos momentos del día y fueron muchas las veces que le pedí a Dios: “¿cuando podré estar en silencio la hora de principio a fin? Me tomó unos cuantos años.
En ese entonces y por varios años trabajé en la industria informática, dirigiendo los canales de distribución de Latino América para diferentes compañías multinacionales. Me volví una experta en el tema y por años fui muy feliz haciendo ese trabajo. Al mismo tiempo hacia mi práctica de
meditación, montaba a caballo en la disciplina de adiestramiento y cumplía con los compromisos sociales de familia y amigos. También me volví vegetariana, e hice lo posible por comer “bien”, claro está sin saber a ciencia cierta que era lo que eso significaba. Muy juiciosa! Hacía “lo que tocaba”, pero siempre con esa sensación persistente de “¿Is that all there is?”. Aún no entendía lo que Sesha me decía cada vez que le preguntaba: “me siento como pez fuera del agua: no debería estar en otro lugar, haciendo otra cosa?” Y él paciente y delicadamente me contestaba: “Solo se trata de eso: Ahí donde te puso la vida es donde debes estar, haciendo lo que consideres, eso es lo correcto”. “Cada cual hace lo que puede” me
decía.
Por segunda vez la vida me sorprende
Y todo cambia de nuevo. Iba camino a Boston, 10 años habían pasado y un inmenso huracán llegó a mi existencia y lo cambió todo. Estaba trabajando como una alta ejecutiva de una multinacional holandesa. Al final de 2008 “casualmente” alcanzábamos con mi equipo de trabajo unos logros espectaculares en la región. Me refiero al cumplimiento de metas en ventas, utilidades, crecimiento, market share, todos esos indicadores que miden el “éxito” en el mundo de los objetos. Y cataplum, un buen día al final del año me llama mi jefe y me dice que me necesitan en Boston urgentísimo, que debo volar al siguiente día.
Era un caos, pero bueno, yo muy feliz supuse que sería para promoverme, felicitarme, etc…. y oh! sorpresa cuando llego en medio de una tormenta de nieve a Boston y me hacen seguir a la sala de juntas del gran jefe de las Américas, eso sí el jefe con 6 abogados más…. Ooooopsss,
qué pasó? Pues no era para felicitarme, sino para echarme. Acababan de vender la operación y el nuevo dueño no me necesitaba. Fue muy simpático porque la reunión duró literalmente 5 minutos. De entrada el jefe me explica la situación a lo que yo contesto muy calmadamente:
“Bueno pues esas cosas pasan en este tipo de empresas. Entiendo, y lo único que tengo que expresar es mi profundo agradecimiento con esta compañía que confió en mi y me dio oportunidades maravillosas durante los últimos 5 años. Fue un placer”. Y efectivamente fue el
final de una linda travesía de 30 años.
La decisión de cambiar
Inmediatamente salí de esa sala, pensé que era el momento perfecto para cambiar mi vida. Se suponía que debería estar furiosa, frustrada y llorando, pero no!, sonreía y estaba contenta…. una sensación profunda de paz me invadía con la certeza de que era un regalo perfecto de la
vida.
Me tomó dos meses planear los detalles para hacer un viaje de exploración a India. Compré el tiquete aéreo, pero primero pasaría por España a ver a Sesha y otro maestro en Portugal. La verdad sabía que quería cambiar de vida pero no tenía la menor idea de como. Pensaba
que me gustaría ayudar a la gente a morir, o ayudar a los niños desvalidos,… pero cómo?
Ambos me dijeron exactamente lo mismo: “tú sabrás mucho de negocios y de software, pero de esto que quieres hacer no tienes idea! Debes estudiar, aprender.” Sesha me dijo: ” no te veo en esto, además primero tienes que fortalecer tu sistema nervioso que está vuelto nada”. ¿Cómo?
Yo me sentía divinamente… solo tenía una serie de dolorcitos que ya a mis 50 consideraba como normales y no les prestaba mucha atención.
Llegué a India. Me sentía como en casa y comencé a ver cómo podría estudiar medicina. Mis circunstancias eran perfectas: ya había probado los placeres del mundanal ruido, había hecho algún capital y me podía pensionar anticipadamente. Esto último porque tenía las semanas requeridas, pero no la edad. Pues así lo hice. Después de descansar 3 meses a los pies de mi Gurú, y de enterarme que si eres mayor de 35 no te dejan estudiar medicina Ayurveda en India, regrese a Colombia, vendí todo, organicé, dejé en arriendo mi apartamento y regresé a India nuevamente. Esta vez para quedarme…. Para comenzar, decidí que iba a hacer un curso de Yoga pues había leído que la práctica de asanas ayudaba a fortalecer el sistema nervioso.
Aprender a aprender en una cultura milenaria
Por error me inscribí en un curso para profesores de Hatha Yoga que con un esfuerzo inimaginable logré terminar. Claro, con otra señora conformábamos el consejo de ancianas del grupo de 24 estudiantes promedio de edad 30. A la semana me dolía todo el cuerpo, caminaba como un pato y pensé que no lo lograría. Me fui a hablar con uno de los directivos y le dije: “Gabi, no soy capaz de seguir: solo llevo una semana y siento que voy a morir, me duele todo y veo a mis compañeros haciendo movimientos perfectos, mientras que yo escasamente me sostengo en pie y con dificultad!” Gabi soltó la carcajada y dijo, “María, que te pasa? Tu eres mi mejor alumna!” “¿Cómo?” le contesté. Él respondió “Si, estos chicos se mueven bello, pero si los sientas a meditar no pueden aquietar su mente ni por milésimas de segundo. Tu entras en silencio de inmediato y te puedes quedar ahí por horas… eso es Yoga.”
Esa conversación me dio fuerzas para terminar el curso y graduarme con honores…. por supuesto, no sin antes haber tenido un accidente haciendo un “escorpión”, en el que casi me mato. Caí sobre el cuello porque se me zafó un hombro y quedé con una lesión que me producía mucho dolor. Cuando me entregaron el diploma que me certificaba como profesora pensé: “sería una total irresponsabilidad pretender enseñar. Siento que no sé nada, no solo casi me mato sino que me duele hasta el alma…. y aún no tengo claro porqué.” Pero bueno, solo seguí adelante
, viajé al sur y dejé el asunto en manos de mi Gurú.
Sincronicidad y el encuentro con Parvati
Un día de mucho calor estaba en un hermoso ashram en las montañas y entrando a mi habitación, en el preciso instante en que yo introducía la llave, una mujer bellísima hacía lo mismo en la puerta de al lado. Nos saludamos con una venia. Al siguiente medio día, de nuevo, Parvati en el mismo momento, las dos ejecutando la misma acción. Entonces ella me dijo que no existían las coincidencias y que debíamos conocernos. Nos hicimos muy amigas y fue mi guía y amiga por años.
Parvati me enseñó los “do’s and dont’s” en esa sociedad, dadas sus muy antiguas y sabias tradiciones. Le comenté sobre mi dolor de cuello, a lo que ella me sugirió un tratamiento de Panchakarma en un hospital de Kerala. Fue como encontrar el cielo. Durante 28 días a través de masajes y hierbas me quitaron no solo el dolor de cuello, sino todos los otros dolores que tenía. En mis años de ejecutiva usaba unos tacones altísimos que me produjeron la contracción de los tendones de los pies, lo cual dolía horrores cuando me iba a parar, tenía estreñimiento porque comía alimentos que no eran los apropiados para mi tipo de cuerpo, me martirizaba una lesión que había tenido en el túnel del carpo, que se había quitado con masajes en la espalda, pero que al hacer asanas (posturas de Yoga) se evidenció de nuevo, me dolía una cadera, una rodilla y en fin, las mil y una cosas que comienzan a pasar con los cambios hormonales de la menopausia. Not a nice picture…
El Yoga en nuestro camino de sanación
Parte del tratamiento en ese hospital era la práctica de Yogaterapia dos veces al día, mañana y tarde, todos los días. Cuando conocí a Thiaji y vi lo que lograba con las sesiones de Yogaterapia, me enamoré instantáneamente de la práctica y decidí que eso era lo que quería hacer por el resto de mis días. Una práctica que podía aliviar, beneficiar y transformar a 15 personas que asistíamos regularmente, con muy diferentes dolencias y niveles de dolor, era impactante.
Fue así como me pasé los siguientes 4 años especializándome con los mejores y más sabios maestros a lo largo y ancho de la majestuosa India. Un par de años después de varios cursos con diferentes maestros, conocí a Indra y A.G. Mohan en Chennai, yoguis alumnos de Krishnamacharya, quien ha su vez se conoce en India y en el mundo como el padre de la Yogaterapia. Con esta extraordinaria escuela y Ganesh Mohan, médico Ayurveda y yogi experto, me especialicé aún más profundamente en columna vertebral, sistemas respiratorio y cardiovascular y otras diversas dolencias del cuerpo humano. Aprendí a comer, que es tal vez la base más importante para tener salud, pues es el cuerpo el que sabe y o no le hacemos caso, o no sabemos interpretar las señales. Al mismo tiempo, mi práctica de meditación se hacía cada vez más profunda y placentera y mi percepción del mundo comenzó a cambiar al mismo tiempo que los canales energéticos del cuerpo físico (nadis) se fueron limpiando poco a
poco.
Aprendí que las asanas (posturas) como medio para controlar el cuerpo, fueron diseñadas hace milenios por los Rishis o sabios para cuerpos saludables y en balance. El objetivo de esta práctica es fortalecer y robustecer el cuerpo físico y especialmente el sistema nervioso para que la mente pueda entrar en silencio sin las barreras que produce la debilidad del cuerpo.
Si el cuerpo duele, la mente está en el dolor…. Cuando el cuerpo duele, que es lo que sucede en la inmensa mayoría de los casos, la Yogaterapia es el camino al mindfulnes, wellbeing y sanación. Para aquellas personas que están familiarizadas con los conceptos y prácticas de asanas, y desean ir más allá, es de esta forma como logramos que los cambios en los niveles de Consciencia sean armónicos y no se presenten problemas desagradables con los diferentes circuitos del cuerpo físico.
Lo que he compartido es mi historia hasta ahora, el inicio de mi camino hacia la paz interior. Día a día continuo aprendiendo de mi propia práctica
y de los caminos de sanación que recorren mis alumnos.